Exodus: Dioses y reyes, la superproducción bíblica dirigida por Ridley Scott, ha debutado con muy bien pie en los cines españoles. Durante sus 3 primeros días de exhibición ha recaudado 2,9 millones de euros, según datos de Rentrak Spain. La convierte en el tercer mejor estreno del año, sólo por detrás de los 4,2 millones de Los juegos del hambre: Sinsajo - Parte 1 y los 3,7 de Torrente: Operación Eurovegas. Sin embargo, convence pero no provoca nada, está lejos de ser perfecta y falta aún saber la opinión del cine americano, ya que la película de Ridley Scott no se estrenará en los cines norteamericanos hasta este próximo viernes 12.
Al ser Ridley Scott un director grande, o grandísimo, todos esperamos películas perfectas. El director de Alien, Blade Runner o de Gladiator tiene un merecido impermeable contra chaparrones, y más aún contra las cuatro gotas que le van a caer por su nueva película bíblica. El otro gran estreno religioso del 2014, Noé, no fue del agrado de los espectadores al no ajustarse a la historia que cuenta la biblia, sin embargo Exodus sí se ajusta a esa historia, el problema viene cuando el filme es todo grande pero no grandioso como se esperaba.

Por un lado, Scott fracasa al presentar la rivalidad fraternal de Moisés y Ramsés, hasta el punto de que el espectador curtido en su cine se pregunta si ha ocurrido lo mismo que en El Reino de los Cielos. Además, el británico aborda el itinerario íntimo y físico de Moisés como si un remedo de Gladiator se tratase, pero sin ningún énfasis en la personalidad de sus protagonistas, apuntando apenas sus motivaciones e inquietudes.
Y es que al libreto le falta profundidad dramática como consecuencia de su apuesta por evitar explorar lo más mínimo a cualquiera de sus personajes, algo que llega a alcanzar cotas especialmente absurdas por culpa de sus patéticos diálogos, muchos de los cuales bien podrían encajar en una versión paródica de la emblemática odisea de Moisés. Una película de más de dos horas que se hacen pesadas por su ritmo lento, muy lento.
Uno esperaría que la tensión fuese una de las grandes armas de Scott para que nos olvidásemos de que ya sabemos todo lo que va a pasar, pero es que ni siquiera nos regala una gran secuencia como sucedía en Prometheus e incluso consigue que el esperado enfrentamiento final en el mar rojo resulte insípido.

Lo peor de todo es que 'Exodus: Dioses y Reyes' tampoco funciona como entretenimiento, ya que ni siquiera consigue ese ritmo dinámico que se busca con la evidente superficialidad del guión, en especial tras el destierro de Moisés, donde la película literalmente se para y exhibe con orgullo todos sus defectos. Es entonces cuando llegamos al punto del aburrimiento.
Pero Exodus regala al espectador las únicas escenas entretenidas y muy bien representadas, visualmente espléndidas y con toda la profundidad que le permite el 3D: las plagas. Ridley Scott consigue darle a esos momentos personalidad y espectacularidad, aunque no alcanza la corpulencia equivalente en emoción y sentimiento mágico o metafórico. Un aspecto muy criticado es la presencia espiritual en la película, o sea Dios, como la apariencia de un niño y la sugerencia de un poder tozudo, caprichoso y cruel como a menudo detenta la infancia.

Otro gran defecto es lo poco que ha aprovechado Ridley Scott a actores de la talla de Aaron Paul, Ben Kingsley y Sigourney Weaver. Exodus no hace justicia con los papeles que tienen, tan desaprovechados, como si se hubiesen paseado por la película o les hubiese pillado de paso ir a grabar.